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Escribo esto muy removida por los casos que nos han llegado últimamente a nuestro Centro Nacer, particularmente aquellos que se relacionan con los “entrenamientos de sueño infantil”. Consultan mamás frustradas, cansadas y culposas de no haber podido seguir con el coaching de sueño que habían comenzado. A veces rabiosas, que no quieren más. Y las entiendo. Creo que estamos en una sociedad estresada, cansada. Una sociedad en que educar es sumamente desafiante. Una sociedad que tiene expectativas irreales de los niños y que nos termina llevando a unos niveles de exigencia, a mi parecer, brutales.
Pienso en esa mamá. En esa mamá agotada, que está pasando por esta experiencia de falta de sueño por primera vez; o que quizá tiene otros hijos y eso le quita más aún sus energías. En esa mamá que siente que no da más, que no sabe qué hacer. Empatizo profundamente con esa mamá y entiendo totalmente que a veces necesita dejar a su guagua para poder respirar, calmarse y volver a tomarla para seguir. Esa mamá que necesita desconectar para volver a conectar. Que necesita un mínimo de calma y paz para poder calmar. Sé que es agotador. Lo entiendo como mamá y lo vivo como mamá.
Valoro muchísimo que esa mamá sea capaz de pedir ayuda, ese es el llamado que siempre hago como Psicóloga Perinatal. Pero no me deja de impresionar que aún haya “profesionales” cuyas recomendaciones atentan directamente contra la salud mental (y física) de nuestras guaguas, niños y de nosotras, las mamás. Me refiero a la figura de la Coach de Sueño, muy solicitada actualmente, que recomienda y enseña métodos en que se deja llorar a la guagua sin la contención que necesita para que logre el añorado “sueño independiente”. La coach que (citando a las mamás): te lleva a negar tu instinto, que te incita a no tomar a tu guagua aunque llore a gritos, que te dice “es difícil pero resiste, es por un bien mayor”, que te hace mirar a tu hijo/a desde una silla o escucharla detrás de la puerta por varios minutos, que te inseguriza, que te dice que la guagua “tiene que pasar por eso” para que después se calme solita. Y no me refiero a todas las asesoras de sueño, sino a aquellas que sin ser profesionales de la salud o educación (que tenemos conocimientos respecto de la psicología del desarrollo y salud mental infantil), se dedican a esto sin estar actualizadas en la información que difunden.
Siendo mamá de dos niños y que no han sido fáciles, claramente entiendo que uno se agota, que uno colapsa y que a veces simplemente no podemos contener el llanto de manera inmediata. Que necesitamos parar y respirar. He estado ahí y sigo estando ahí. Pero al afirmar que estos métodos no afectan a las guagüitas, creo que se está negando una realidad que es evidente.
El funcionamiento del cortisol es conocido para varios/as. Sabemos que es necesario en nuestro organismo, pero sabemos también que cuando estamos en situaciones muy estresantes o angustiantes y por periodos de tiempo prolongados, este cortisol se dispara y comienzan los síntomas psicológicos y físicos: angustia, miedo, crisis de pánico, insomnio, dolor de cabeza, dolor de guata, colon irritable, dolor de espalda, altas o bajas de presión, vómitos e incluso algunas enfermedades crónicas. En los adultos, el exceso de cortisol resulta nefasto. Ahora imaginemos todo esto pero en una guagüita chica, con un cerebro chiquitito, muy inmaduro, en formación y que ni siquiera puede poner en palabras lo que está sintiendo. Pienso, ¿Cómo no le va a afectar? La guagua llora, es su manera de comunicar que algo le pasa, pero la recomendación es “déjala que ya va a aprender”. ¿Cómo puede ser posible?
Repito. Empatizo profundamente con esa mamá que conscientemente, toma la decisión de dejar unos minutos a su guagua para poder reponerse. Pero creo que es sumamente diferente prestar un servicio monetariamente costoso, en el que se recomienda utilizar el llanto de tu guagua para conseguir un objetivo: que logre la tan deseada independencia. Y lo que más me preocupa, es que algunas de estas coach les aseguran a estas mamás que “no pasa nada” o que ese llanto sin contención “no tiene consecuencias en los niños”.
Con cada caso que nos llega me siento más movilizada. Me pregunto: ¿cómo esto va a ser bueno? ¿Estas coach habrán pensado que quizá la información que da vueltas en contra de estos métodos es verídica; y que al recomendar estas técnicas, podrían estar haciendo un tremendo daño a estos niños? Que por lo demás, ni siquiera se pueden defender. Creo que lo hacen desde la “buena fe”, pero no lo puedo entender. Es como que negaran una realidad que, insisto, me parece evidente.
El llanto es el único medio de comunicación que tienen las guaguas. Por otro lado, su mini sistema nervioso es incapaz de lograr la autorregulación, por lo que necesita de un tercero que lo pueda regular. Entonces, ¿por qué tendríamos que recomendar que se autorregule, se calme y además duerma tranquilo/a y toda la noche con ese nivel de angustia? ¿Será que estamos exigiendo demasiado, incluso más de lo que su sistema precario es capaz de lograr?
Citando a Nils Bergman (2022), la guagua no aprende a dormir ni logra la independencia. Lo que sucede es que su cerebro llega a tales niveles de cortisol, que su sistema nervioso colapsa, deja de funcionar. Los receptores cerebrales del cortisol no son suficientes, no alcanzan. El cortisol en exceso es neurotóxico (mata neuronas). A modo de defensa, el sistema nervioso “se apaga, se anestesia” y la guagua deja de llorar. Al no haber sido regulado y al no haber logrado autorregularse, simplemente se pone en modo standby. Y esto se repite por 3, 5, 7, 10 e incluso más minutos y por varios días seguidos. Me pregunto, ¿seguimos pensando que no pasa nada?
Estamos en una sociedad en la que por fin se está dando más importancia a la salud mental. Somos los jóvenes los que estamos intentando generar consciencia respecto del bienestar psicológico de quienes nos siguen generacionalmente. Y podría decir que la gran mayoría de quienes están leyendo, están de acuerdo en que las experiencias en la infancia interfieren directamente en la salud mental en la adolescencia y adultez. Entonces, ¿por qué negar algo que tiene tanta evidencia?
Sinceramente, creo que enseñar estas técnicas (especialmente sin ser profesional de la salud) debiera estar prohibido. Presentan estos métodos como algo inocuo y sin efectos adversos, pero para mi (y varias profesionales de la salud mental con las que hemos analizado este tema), pasa incluso por negligencia y/o maltrato infantil. Dejar a la guagua llorando sin contención y culpar a la madre por su “poca consistencia en el método” cuando no consigue el objetivo (siendo este un caso en que la guagua terminó vomitando) debiera no estar permitido. Esas son las experiencias que escuchamos de muchas mamás.
¿Esto significa que no podemos hacer nada para trabajar el sueño infantil? Por supuesto que no. Hay métodos respetuosos para los niños y acogedores para los papás, que también tenemos necesidades. Nuestra salud mental también es clave y hay asesoras dispuestas a cuidar esta parte de la historia. Aunque pueda tomar más tiempo e implique más esfuerzo, existen alternativas.
Cuidemos la primera infancia, cuidemos la salud mental, cuidémonos.
Sarita Gutiérrez Hurtado – Ps. Perinatal – Fundadora Centro Nacer